lunes, 24 de noviembre de 2008

Cuando el banco se ríe del mileurista


Un recorrido por varias oficinas bancarias de una ciudad española evidencia las dificultades de un joven para contratar una hipoteca cuando su sueldo no excede los 1.000 euros.

M. MILLÁN. "Hola, buenos días. Quiero informarme sobre la contratación de una hipoteca. ¿Me atiende usted o tengo que hacer cola en otra mesa?". Lo dice una joven de 27 años. Lo escucha un hombre de unos 35. Son las nueve menos cuarto de la mañana y el empleado de una caja andaluza disimula una sonrisa que a todas luces aspiraría a convertirse en una sonora carcajada de no ser por eso que llaman profesionalidad. Es como si la palabra hipoteca ya provocase por si sola la risa. Aún más, cuando la demandante en cuestión expone unas circunstancias económicas tan realistas como poco atractivas para cualquier banco.

"Pues verá, es que he visto un piso de segunda mano en la zona por donde viven mis padres que me gusta mucho. Cuesta 130.000 euros, muchísimo menos de lo que me pedían hace un par de años, así que aprovechando el bajón que han dado los pisos he empezado a darle vueltas a la posibilidad de comprar uno", comenta la joven, cuyas manos delatan cierto nerviosismo mientras juguetean con la cremallera del abrigo. Hace una pausa, a la espera de que el hombre que tiene enfrente tome la iniciativa de la conversación. Pero éste se limita a preguntarle: "¿Tiene usted algo ahorrado? ¿Qué tipo de contrato laboral posee? ¿Cuál es su sueldo neto mensual?".

Ella contesta con la misma precisión. "Gano unos 1.050 euros al mes. Trabajo como administrativa con un contrato indefinido desde hace cinco años y la verdad es que no tengo nada ahorrado". El empleado en cuestión mira la pantalla de su ordenador, saca un papel en blanco y reserva su sonrisa de atención al cliente para cuando se despida de la chica dándole los buenos días.

"Bueno, ya sabe lo complicado que está todo esto de las hipotecas", dice, y sin esperar la confirmación verbal de la joven empieza a exponer su recital de objeciones. "Ahora sólo concedemos el 80% del valor de tasación de la vivienda, lo cual quiere decir que aún cuando tasaran el inmueble por el mismo precio de venta, sólo podríamos concederle 104.000. Es decir, que tendría que tener ahorrado 26.000 euros, más otro tanto para los gastos de escrituración y notaría", dice el oficinista mientras se pone la corbata derecha una y otra vez.

Ahora es a la joven a la que se le borra la sonrisa de cortesía de la cara mientras el empleado de banca en cuestión prosigue con el monólogo. "De todos modos, yo no le puedo decir que sí o no porque todo esto se somete a un programa informático que es el que evalúa los ingresos, factores de riesgo y demás circunstancias hasta determinar si se concede el crédito. Y el problema es que según dicho programa, se deniega automáticamente si la cuota mensual que resulte de la operación supera el 40% del total de los ingresos. Una situación que sí se da en su caso, ya que un crédito a 30 años con el interés vigente del 5,85% para 104.000 euros deja una cuota de 613 euros. Teniendo en cuanta que a eso hay que sumar los gastos añadidos de una casa en propiedad (luz, agua, comunidad, IBI), su nivel de endeudamiento duplicaría al recomendado por el banco".

Criterios. El experto en números toma aire. No es para menos. Luego, rescata su sonrisa al escuchar el comentario de la joven. "Ese programa informático del que me habla se supone que es el mismo que se empleaba hace tres años para conceder hipotecas como churros", dice con una ironía intencionada. "Sí, pero desde que nos ha salpicado lo de las hipotecas basura en Estados Unidos estamos obligados a utilizarlo, mientras que antes el margen de decisión y el criterio que aplicaba el director de la oficina era más amplio", explica en medio de un ataque repentino de sinceridad.

La joven de 27 años, cuyo sueldo es similar al de once millones de jóvenes españoles, lee un 'no' dibujado en la cara del economista, que sin llegar a pronunciarlo abiertamente en ningún momento, resume así su particular visión de la crisis. "Lo siento mucho, pero en sus circunstancias dudo mucho que ninguna entidad financiera se arriesgue". Lo cierto es que no iba mal encaminado, a juzgar por las contestaciones que la joven recibirá el resto de la mañana en otros cinco bancos distintos.

Pero antes de marcharse tuvo que tragarse otro discurso. "Le recomiendo que abra una cuenta ahorro vivienda, que ahora se pueden ampliar hasta seis años. Así, para cuando cumpla 33 podrá tener ahorrado lo suficiente como para haberse ahorrado un total de 55.000 euros cuando transcurran los 30 años de pago de la hipoteca. Además, siempre puede alquilar las habitaciones del piso y que otros compañeros le ayuden a pagar el crédito durante algún tiempo", afirma con la misma ausencia de convencimiento con la que lo escucha la joven mileurista, que se limita a decir: "Muchas, gracias, muy amable por su atención".

La sequía de esperanzas y aliento en su primera cita con los bancos se repita en la segunda. Entra en una oficina de otra entidad financiera andaluza, donde encuentra la misma expresión risueña que en el anterior empleado, si bien esta vez las cifras invitan aún más a la depresión. "La entidad sólo ofrece el 70% del valor de la tasación y, de todos modos, en una hipoteca de 130.000 euros le supondría una cuota de 976 euros a veinte años o de 829 si se amplía a treinta. Dudo mucho que pudiera pagar esa cuantía con su salario", afirma así, sin anestesia, el oficinista de gafas de diseño, cuyas buenas intenciones se resumen en el siguiente consejo: "¿Se ha planteado la opción de alquilar? Creo que es lo mejor, porque ahora puedes vivir en un piso nuevo, prácticamente a estrenar, con dos habitaciones, por apenas 500 euros y encima en la zona de la ciudad que le apetezca".

La joven administrativa le escucha un tanto asombrada. No tanto por lo del piso a estrenar, que suena tentador, sino por el consejo gratuito que acaba de escuchar sin previa solicitud. Pese a ello, continúa con su particular ruta bancaria que le abocará al más estrepitoso fracaso un par de horas más tarde.
La tercera parada la realiza en una sucursal de una caja nacional. Espera de pie diez minutos mientras escucha la conversación telefónica de una de las empleadas. No debe pasar mucho de los 27, pero su traje de ejecutiva invita a pensar que igual ella ha tenido la suerte de escapar a tiempo del pozo de los mileuristas. "Bueno Cris, que a ver si quedamos. Este fin de semana no puedo porque me voy a Barcelona con Paula, pero te llamo el domingo para felicitarte por tu cumple", le comenta a través de su teléfono móvil de pantalla táctil.

Excusas. Cuando consigue captar su atención y le pide información sobre hipotecas, la chica pseudo-ejecutiva le deriva directamente al director de la oficina, quien la hace pasar a su despacho, donde no permanecerá ni cinco minutos. El directivo apunta las tristes características económicas de la joven en un folio, le promete que estudiará su caso y le pide una dirección de correo electrónico para remitirle la contestación en breve. Pero dicha brevedad aún no se había consumado cuatro días después.

Las dificultades a las que tiene que hacer frente un joven mileurista para hacerse con una vivienda en medio de la crisis vuelven a hacese patentes en la cuarta entidad, un banco de capital estadounidense. En esta ocasión, una mujer cercana a los cuarenta no le promete contestaciones futuras. Se las da directamente. A lo explicado anteriormente en otros bancos le suma dos detalles. Primero, "necesita un aval que, a su vez, esté libre de cargas hipotecarias". Segundo, "con su sueldo sólo se le concedería, en el mejor de los casos, una hipoteca de 90.000 euros". La joven se marcha de la oficina preguntándose qué puede uno comprarse con 15 millones de las antiguas pesetas.

A medida que la mañana avanza y la cola de clientes en las sucursales se incrementa, las visitas de la joven de 27 de años, administrativa, de contrato indefinido y sin ahorros se van haciendo cada vez más breves. No por ello cambia el resultado. En otro banco, uno de los líderes del mercado nacional, vuelven a preguntarle si tiene ahorros. La respuesta negativa es premiada con otra de esas sonrisas reprimidas. La empleada la despacha cortésmente diciéndole que le traiga toda la documentación necesaria, que le pregunte a sus padres si estarían dispuestos a hipotecar parte de su casa como aval y a arriesgar los 300 euros que cuesta una tasación. "Porque hasta que no la tasen no sabrán en cuánto valorarán el inmueble y, por extensión, cuánto podría ofrecerle el banco".

La mera idea de regalarle a algún tasador 300 euros le pone los vellos de punta a la mileurista, que hace su último intento en una oficina de otro importante banco, donde vuelve a escuchar la misma cantinela. "Entienda que no podemos arriesgarnos a más impagos. Porque si deja de abonar su hipoteca a usted le embargarán el sueldo completo y nosotros nos quedamos con otro piso que no queremos, porque esto no es una inmobiliaria", le comenta un hombre cincuentón a quien poco la faltó para reirse en la cara de la joven.

Via laopiniondegranada.es

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