martes, 25 de diciembre de 2007

Cuando se acabe el dinero

El miércoles pasado, la Reserva Federal (Fed) anunció planes para prestarle US$40 mil millones a los bancos. Según mis cálculos, es el cuarto intento de alto perfil por rescatar al sistema financiero desde que todo comenzó a derrumbarse hace aproximadamente cinco meses

Quizá esta vez funcione, pero no contaría con ello. En crisis financieras pasadas —el desplome de la bolsa de valores en 1987, las secuelas de la moratoria rusa en 1998— la Fed logró desaparecer la agitación en los mercados simplemente moviendo su varita mágica. Pero esta vez la magia no está funcionando. ¿Por qué no? Porque el problema en los mercados no es sólo la falta de liquidez, sino que también hay un problema fundamental de solvencia.

Permítame explicarle la diferencia con un ejemplo hipotético. Supongamos que surge un desagradable rumor sobre el First Bank de Pottersville: la gente dice que el banco hizo un enorme préstamo al cuñado del presidente, quien perdió el dinero en una empresa fallida.

Incluso si el rumor es falso, puede arruinar al banco. Si todos, creyendo que el banco está a punto de hundirse, exigen retirar su dinero al mismo tiempo, la institución tendría que reunir dinero vendiendo activos a precios muy bajos, y de hecho podría terminar desplomándose aun cuando no hubiera entregado ese préstamo.

Y puesto que la pérdida de confianza tiende a autoalimentarse, incluso los cuentahabientes que no creyeron en el rumor se unirán al retiro masivo, tratando de recuperar su dinero mientras se pueda.

Pero la Fed puede llegar al rescate. Si el rumor es falso, entonces el banco tiene los suficientes activos para cubrir sus deudas; lo único que le falta es liquidez, es decir, la capacidad de reunir dinero en poco tiempo. Y la Fed puede resolver ese problema otorgándole al banco un préstamo temporal, ayudándolo hasta que las cosas se tranquilicen.

La cuestión es muy diferente, empero, si el rumor es verdadero: el banco realmente concedió un enorme préstamo incobrable. Entonces el problema no es cómo restaurar la confianza, sino cómo enfrentar el hecho de que el banco es real y verdaderamente insolvente, es decir, que está en la ruina.

Mi historia sobre un banco básicamente sano que resulta afectado por una crisis de confianza, y que puede ser rescatado con un préstamo temporal de la Fed, es más o menos lo que sucedió con el sistema financiero en su conjunto en 1998. La moratoria de Rusia provocó el colapso del enorme fondo de cobertura Long Term Capital Management, y durante unas semanas cundió el pánico en los mercados.

Sin embargo, a final de cuentas no se había perdido tanto dinero; una expansión temporal del crédito por parte de la Fed le dio a todos el tiempo suficiente para recuperar el temple, y la crisis pasó pronto.

En agosto de este año la Fed nuevamente trató de hacer lo que hizo en 1998, y al principio pareció funcionar. Sin embargo, la crisis de confianza posteriormente regresó, peor que nunca. Y la razón es que esta vez el sistema financiero —los bancos y, lo que es probablemente más importante, las instituciones financieras no bancarias— emitió muchos préstamos que con mucha probabilidad terminarán muy, pero muy mal.

Resulta fácil perderse en los detalles de las hipotecas de alto riesgo, las reestructuraciones, las obligaciones de deuda colateralizadas, y más. Pero hay dos importantes hechos que quizá le den una noción de la gravedad del problema.

Primero, sufrimos una enorme burbuja inmobiliaria a mediados de esta década. Para restaurar una proporción históricamente normal entre los precios de las casas y las rentas o los ingresos, los precios promedio de las viviendas tendrían que disminuir cerca de 30% de sus niveles actuales. Segundo, durante la burbuja se registró una tremenda cantidad de préstamos, debido a que los compradores de casas nuevas lo hicieron pagando muy poco o nada de enganche, y la gente que ya poseía vivienda refinanció sus hipotecas para convertir en efectivo el alza en el valor de sus propiedades.

Al tiempo que los precios bajan a niveles más terrenales, muchos de estos prestatarios se encontrarán con lo que se denomina capital negativo, es decir, una deuda superior al valor de sus casas. A su vez, el capital negativo a menudo termina provocando embargos y grandes pérdidas para los prestamistas.

Y las cifras son enormes. El blog financiero Calculated Risk, usando información de First American CoreLogic, estima que si los precios de las casas caen 20%, habrá 13.7 millones de propietarios con capital negativo. Si los precios caen 30%, la cifra aumentaría a más de 20 millones.

Eso se traduce en muchas pérdidas, y explica por qué se secó la liquidez. Lo que está sucediendo en los mercados no es un miedo irracional; es un miedo completamente racional, porque hay demasiadas deudas incobrables ahí afuera, y no sabemos qué tanto de esa deuda está en las manos de gente que quiere su dinero prestado.

¿Cómo terminará todo esto? Los mercados no volverán a funcionar normalmente hasta que los inversionistas estén razonablemente seguros de que saben dónde están “enterrados los cadáveres”, es decir, las deudas incobrables. Y eso probablemente no sucederá hasta que los precios de las casas terminen de caer y las instituciones financieras dejen en claro todas sus pérdidas. Todo esto probablemente tomará años.

Entretanto, cualquiera que espere que la Fed u otra entidad diseñe un plan que haga simplemente desaparecer esta crisis financiera, quedará dolorosamente decepcionado.

Via http://www.gatoencerrado.net


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