El semanario británico "The Economist" dedica un editorial de su último número a analizar la incierta situación de la economía mundial y llega a la conclusión de que "bancarrotas, recesión, litigiosidad, proteccionismo: tristemente, todo esto es posible en 2008".
"The Economist" ya avisó en otro editorial publicado el pasado mes de agosto, cuando todavía no estaba claro el alcance de la crisis y algunas voces tendían a minimizarla, de que "quien diga que lo peor está definitivamente superado o es tonto o es alguien con una posición que proteger".
Cuatro meses y varios presidentes de grandes bancos destituidos después, el semanario alerta de que "los mercados no se recuperarán hasta que quienes prestan el dinero crean que los bancos han confesado de verdad sus pérdidas".
Esa desconfianza, más que el volumen mismo de las pérdidas, es lo que puede prolongar la crisis. "Los titulares de primas hipotecarias probablemente incurrirán en impagos de 200.000 a 300.000 millones de dólares. Eso es un montón de dinero, desde luego, pero apenas suficiente para poner en peligro la economía mundial. Para eso, hace falta la barroca superestructura de derivados financieros respaldados por las hipotecas que permitieron a los inversores apostar sobre el mercado de la vivienda", señala el análisis de "The Economist".
Lo inquietante de la situación presente es que la crisis se ha convertido ya en bancaria y la experiencia de dos siglos enseña que "cuando el sistema bancario está en dificultades los problemas se extienden" porque las entidades financieras empiezan a drenar dinero de la economía, en lugar de inyectárselo.
Los bancos deben ajustar sus balances a la realidad, y tratan de salir de apuros incluso si para ello han de recurrir a masivas inyecciones de liquidez procedentes de los fondos soberanos creados por estados con exceso de divisas, como han hecho Citigroup, UBS y Morgan Stanley.
A este respecto, "The Economist" apunta que "hay una ironía en ver a inversores de propiedad estatal rescatar a los más ardientes exponentes del capitalimo", como consecuencia de que, ante sus enormes problemas de liquidez, estos grandes bancos ya no pueden ser tan selectivos como en el pasado.
Otra deficiencia puesta de manifiesto por la crisis es el fallo de las agencias de calificación, "que se supone que debían servir al mercado, pero su lealtad primera parece haber sido para quienes hacían las emisiones de títulos y pagaban sus honorarios".
Ante este panorama, el mundo financiero necesita un cambio hacia una mayor "simplicidad" que sirva para domar la jungla de los denominados "vehículos de inversión" y para reformar las agencias de calificación, aunque sin eliminar todo lo que de positivo hay en los nuevos instrumentos de las finanzas modernas.
"La esperanza es que los mercados de crédito se desbloqueen y que las boyantes economías emergentes compren las exportaciones de los países ricos y recapitalicen los bancos del mundo rico. El temor es que la crisis adopte nuevos disfraces antes de desaparecer, especialmente si los políticos tratan de tomar el control. Bancarrotas, recesión, litigiosidad, proteccionismo: tristemente, todo esto es posible en 2008", concluye el análisis de "The Economist".
Via http://www.discapnet.es
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