martes, 7 de octubre de 2008

Una llamada a las tres de la madrugada


Escribe: Paul Krugman

Son las tres de la madrugada y en la Casa Blanca suena el teléfono. Varios grandes fondos de cobertura están a punto de caer, dice la voz al otro lado del teléfono, y es probable que cuando el mercado abra se produzca el caos. ¿En quién confiaría usted para recibir esa llamada?

No estoy siendo melodramático. El plan de rescate final es muchísimo mejor que la propuesta planteada en principio por Henry Paulson, lo bastante como para que valga la pena aprobarlo. Pero no es lo que llamaríamos un buen plan, y no pondrá fin a la crisis. Hay muchas probabilidades de que el próximo presidente tenga que enfrentarse a varias emergencias financieras importantes.

¿Y qué sabemos de la disposición de los dos hombres que más probabilidades tienen de acabar respondiendo a esa llamada? Bien, Barack Obama parece bien informado y sensato en asuntos económicos y financieros. John McCain, por su parte, me da miedo.

Respecto a Obama: es una lástima que no mostrase más dotes de liderazgo en el debate sobre el plan de ayuda económica, y prefiriese por el contrario dejar el asunto en manos de los demócratas del Congreso, especialmente Chris Dodd y Barney Frank. Pero tanto Obama como los demócratas del Congreso están rodeados por asesores muy entendidos y lúcidos, entre los que figuran expertos gestores de crisis como Paul Volcker y Robert Rubin.

Y entonces viene el terrorífico McCain; más terrorífico ahora que hace unos años. Naturalmente, hace mucho que sabemos que McCain no entiende mucho de economía; se dice que él mismo lo ha reconocido, aunque también niega que lo haya dicho. Eso no importaría demasiado si tuviera buen gusto para los asesores; pero no lo tiene.

Recuerden que su principal mentor en economía es Phil Gramm, el archidesregulador, que en sus días de senador se cuidaba especialmente de impedir la supervisión de los derivados financieros, precisamente los instrumentos que han hundido a Lehman Brothers y a

AIG y que han llevado a los mercados al borde del colapso. Gramm no tiene una función oficial en la campaña de McCain desde que declaró a Estados Unidos una "nación de quejicas", pero se le sigue considerando un candidato probable a secretario del Tesoro.

Y el año pasado, cuando los directores de campaña de McCain anunciaban que el candidato había reunido "una impresionante colección de economistas, catedráticos y destacados líderes políticos conservadores" para que le asesorasen sobre política económica, ¿a quién destacaban? A Kevin Hasstt, coautor de Dow 38.000. Sobran los comentarios.

Claro que la mala calidad de los asesores de McCain refleja en buena parte el quebrado estado intelectual de su partido. ¿Ha habido alguna vez una propuesta económica más patética que la sugerencia por parte de los republicanos de la Cámara de Representantes de que intentemos resolver la crisis financiera eliminando los impuestos sobre plusvalías? (Las instituciones financieras en quiebra no tienen, por definición, plusvalías que declarar).

Pero hasta el presidente Bush ha recurrido, en el ocaso de su Gobierno, a personas relativamente sensatas para tomar decisiones económicas; no soy admirador de Paulson, pero supone una enorme mejora respecto a su predecesor. En este punto, uno sospecha que el gobierno de McCain nos haría añorar la competencia de la era de Bush.

Sin embargo, la verdadera revelación de las últimas semanas es lo erráticas que son las perspectivas económicas de McCain. En un momento dado parece tener opiniones muy firmes, pero días después avanza en una dirección completamente distinta.

Así, el 15 de septiembre declaraba -al menos la decimoctava vez este año- que "los cimientos de nuestra economía son firmes". Eso era al día siguiente de que Lehman quebrase, Merrill Lynch fuese absorbida y la crisis financiera entrase en una nueva fase, todavía más peligrosa.

Pero tres días después declaraba que los mercados financieros de Estados Unidos se han convertido en un "casino", y que despediría al jefe de la Comisión del Mercado de Valores, algo que, por cierto, no está entre las competencias del presidente.

Y después descubría un nuevo conjunto de villanos: Fannie Mae y Freddie Mac, los prestamistas respaldados por el Estado. (A pesar de algunos escándalos reales en Fannie y en Freddie, estas dos empresas no han contribuido mucho a las causas de la crisis: la mayoría de los préstamos realmente incobrables procedían de prestamistas privados). Y acusó en tono moralista a otros políticos, como Obama, de estar bajo la influencia económica de Fannie y Freddie; pero resulta que una empresa propiedad de su director de campaña ha estado financiada por Freddie hasta el mes pasado.

Después, Paulson publicaba su plan y McCain entraba en el debate de manera vehemente. Pero luego reconocía, varios días después de la publicación del plan, de sólo tres páginas, que en realidad ni siquiera lo había leído.

Vale, creo que lo captan.

Resulta que la economía moderna es un lugar peligroso, y no es el tipo de peligro que uno puede afrontar hablando fuerte y denunciando a los delincuentes. ¿Tiene McCain el juicio y el temperamento necesarios para afrontar esa parte del puesto de trabajo que pretende conseguir?

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© New York Times Service, 2008

Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton.

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